domingo, 5 de febrero de 2012

Primera sangre


Es casi mediodía y la casa anda toda revuelta. La abuela amasa con fuerza sobre la encimera enharinada la base de su maravillosa coca de verduras. Cuando se forme una bola la dejará reposar bien tapada para que fermente. En un bol, limpios y secos, esperan los tomates, dos pimientos, uno rojo y otro verde, y una cebolla. Dispuestos a ser troceados y aliñados en aceite. La madre, con el delantal bien anudado a su cintura, remueve lentamente el chocolate que humea en el fuego. Cuando esté a punto, rellenará el bizcocho que ya comienza a dorarse en el horno. Un aroma dulzón, con un puntito final de canela, envuelve la cocina. En el comedor, sentado en un sillón, resopla el padre. Lleva más de una hora inflando globos de colores y ya empieza a sentirse un tanto mareado. Niña, ven a ayudarme un poco. La queja del padre se pierde por el pasillo, decorado la tarde anterior con farolillos chinos y guirnaldas. Rosalía asoma la cabeza desde el cuarto de baño pero no se decide a salir. 




Desde que se ha levantado aquella mañana, se siente distinta. La abuela dice que es porque ha entrado en la edad de las ninfas. Una época mágica de cambios y deseos. Ella se mira al espejo y no observa nada diferente. Las mismas mejillas oscuras, el mentón partido, la forma almendrada de los ojos. Retira un resto de harina de la frente mientras relame un grumo de chocolate perdido entre sus labios. Con gesto soñoliento, prepara la ducha. Anhela sentir el agua caliente resbalando sobre su piel. Frotar la piel con aquel jabón tan suave de caléndula. Suele comenzar el baño por los brazos, largos y fibrosos. Después acaricia en círculo las dos montañitas de carne que han surgido en su pecho. Hoy parecen más turgentes y anchas. Se divierte imaginando en qué acabarán convirtiéndose. Si pudiera elegir, desearía los pechos dorados y en forma de limón de su madre. Tan dulces y firmes. Mueve la esponja hacia la llanura de su vientre. Lo nota un tanto hinchado. Después desciende con delicadeza y enjabona la vulva. También desearía la esbeltez y tersura de sus piernas. La esponja recorre las suyas con mayor viveza. Para activar la circulación. Y es entonces, al rozar la cara interna del muslo, cuando ve la sangre. Desciende impetuosa como un río. Pone entonces la mano en la abertura de la vagina. La sangre mana caliente. Como lava de un volcán. Dirige el chorro de agua hacia allí. La presión del agua le provoca extrañas sensaciones, amalgama de placer y de alivio. Sonríe. Sabe que la sangre no va a dejar de brotar durante unos días y que percibirá molestias, como ligeros calambres. Sin embargo, aquel hecho asombroso es el primer peldaño que la aleja de su infancia. Rosalía siente ganas de gritar a los cuatro vientos. Al salir de la ducha, envuelta en la toalla, busca en un cajón del mueble de baño una bolsita de plástico. Allí dentro están las pequeñas compresas que guardó su madre para ella. Llevan esperándola unos meses. Como el vestido que descansa sobre la silla. Lavanda, su color favorito. Envuelta en él saldrá de su habitación. Mi niña. La abrazarán la madre y la abuela. Comiéndola a besos. El padre, embelesado, murmurará, acariciando su pelo. Rosalía querida, jamás estuviste tan hermosa.



12 comentarios:

  1. Un texto deslumbrante, no sólo en la descripción de esa vida doméstica en la cocina, sino sobre todo en la alegría con que se recibe la primera regla que en tantas niñas es, por el contrario, causa de vergüenza.Felicidades y un abrazo.

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    1. Es difícil que una niña no sienta vergüenza ante un hecho natural tan denostado en muchas culturas.
      Un abrazo.

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  2. Un relato bello de un hecho muy significativo en la vida de cualquier mujer.Das naturalidad,asombro y ganas de ser mujer.

    Besos MARTA

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    1. Un hecho significativo que todavía se vive oculto, pero que forma parte intrínseca de la naturaleza de la mujer. Sin él, Marta, no seríamos lo que somos.

      Besos.

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  3. Rosalía ama y siente.
    Como la niña que muere y la mujer que nace.
    Mientras, no será ni una niña agonizante, ni una mujer nacida.
    Irá creciendo, una se anula, la otra madura.
    En el espacio, una estrella ha nacido, una vida eclosiona.
    Rosalía, sabe, ama, ansia y por eso, cada día, su espejo, al revés la saluda...

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    1. Hermosas palabras, Julia.

      La muerte y el renacer: el ciclo de la vida.

      Un abrazo.

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  4. Un relato precioso lleno de calidez familiar, desde esa abuela que prepara la coca, la madre que ultima un chocolate y el padre que infla globos. En el baño, el milagro de la entrada en otro estadio de la vida comienza para Rosalía, y describes sus sensaciones -¡tan nuevas!- de una manera exquisita, delicada.
    Llega la primera regla a la muchacha y todos celebran el hecho de que se haya hecho mujer, porque así debe vivirse: con alegría, una alegría que suele ir acompañada de ternura.
    Un abrazo, Anna, y gracias por una lectura tan grata.

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    1. A veces pienso que sería precioso celebrar con una fiesta la entrada de las niñas al siguiente estadio de su vida.

      Gracias a ti, Isabel, por tus cálidos comentarios y tu compañía.

      Un abrazo.

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  5. La menarca, ese primer episodio en nuestra vida femenina, se transita en tus letras con suavidad y ternura, ojalá Anna hubiera sido así para todas las Mujeres! Bello relato, primoroso, delicado, qué gusto conocer tus letras!
    Enlazo tu blog para seguirte muy de cerca, Muchas Gracias guapa! Un abrazo!

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    1. Es un episodio al que todavía no se reconoce su importancia. Se vive oculto y, en muchos casos, con vergüenza. Tal vez debamos las mujeres sacarlo a la luz, insistir en ese momento, con toda la ternura que se merece. Introducirlo con naturalidad en la vida cotidiana. A ver si el tiempo devuelve las cosas a su sitio.
      ¡Qué alegría, Susana y qué suerte que te haya gustado el relato!
      Muchas gracias por estar aquí y sigue, sigue enlazada.
      Un gran abrazo.

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  6. Me he imaginado como la protagonista del relato, conforme iba leyendo me he sentido en la cocina, oliendo la coca de verduras, el chocolante caliente y ese bizcocho en el horno, ummm...Luego en el baño, he sentido el agua deslizándose por mi piel...¡Vamos todos mis sentidos en acción!Y en ese ambiente familiar cotidiano, dulce, cargado de amor,como el que a veces recuerdo de mi infancia y el que me gustaría que mis hijos recordaran.la entrada en la pubertad ya fue algo más oculto ¡lástima!...espero que mi hija sí lo viva con más alegría!!

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  7. Isita, qué bien sentir vivos los cinco sentidos mientras se lee. Cómo me alegra que disfrutaras tanto.
    Como muchísimas mujeres, dices que viviste la entrada a la pubertad en la oscuridad de lo oculto. Bien, pues ahora tienes la oportunidad de dar luz a ese momento: al llegar ese día, organiza una fiesta para tu hija y que sienta lo orgullosa que estás de ella. Para que nunca lo olvide.
    Un beso.

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