domingo, 29 de enero de 2012

Desde aquel sueño


Desde que tuvo aquel sueño, no podía mirarle sin sentir el turbio velo de las lágrimas. Se decía que no había motivo. Pero su carita dulce y seria se había instalado en su mente. Aparecía y desaparecía a lo largo del día con la brevedad de un parpadeo. Y ella intentaba retenerla cerrando con fuerza los ojos. Deseaba acariciar la seda dorada de su cabello, besar la redonda firmeza de sus mejillas. Pero la imagen se desvanecía como un truco de ilusionista. Ella entonces esperaba. A veces tenía que esperar mucho. Otras, sin embargo, y sin saber cómo, lograba rescatar al niño de la bruma del sueño. Volvía a repasar todos los rasgos de su cara, dibujándolos con la yema del dedo. Adiós, le decía. He de irme. Aunque ella sabía que no podía detener el tiempo, alargaba los brazos para sujetarlo.
Desde que tuvo aquel sueño, intentaba besarlo a la menor oportunidad. Sin ningún recato. Él la miraba serio. Observaba sus torpes intentos de ternura. Y, aunque poco dado a efusiones, acababa abrazándola con fuerza en el vestíbulo. No vengas muy tarde. El móvil sonaba insistente en su bolsillo. Sí, mamá. No te preocupes. Y ella se quedaba un instante detrás de la puerta escuchando su risa adolescente alejarse por la acera.








Nota: 
*La imagen proviene de Internet.