La
tienda está vacía a esas horas. El dependiente, un hombre de pelo
blanco y sonrisa cansada, ordena las prendas de ropa. Sólo faltan
diez minutos para cerrar. Hoy no ve el momento de marcharse. Ha
estado sólo todo el día y, desde primera hora de la tarde, se le ha
instalado una molesto dolor en la espalda. Mientras está doblando un
suéter, se abre la puerta. La cliente de última hora, la que
revuelve todo y se marcha al fin sin comprar. El dependiente frunce
el ceño. Con amabilidad forzada, le ofrece su ayuda, pero la chica
deniega con un breve gesto de cabeza. Recorre la tienda despacio.
Revisa los chalecos, las chaquetas de punto, las camisas. Nada parece
de su agrado. Despliega unas bufandas, se prueba una gorra varias
tallas más grande. El hombre mira impaciente su reloj. Como no
cierre caja, va a perder el metro. Desdobla de nuevo la prenda que
tiene en sus manos. Pura lana virgen. Suave y ligero. Cualquier
hombre lo llevaría con agrado. Ella desliza su mano para
acariciarlo. ¿Lo cree adecuado? Imagina a su amante por la noche, en
el calor del dormitorio, quitándose el suéter delante de su mujer.
Imagina sus dudas. Sus mentiras absurdas. Las risas sofocadas
mientras se tumba finalmente sobre ella. ¿De veras es adecuado? La
chica pregunta en voz baja ¿Es éste el regalo adecuado para un
hombre que la ama, pero no suficiente?
Imagen tomada de Internet