domingo, 29 de enero de 2012

Desde aquel sueño


Desde que tuvo aquel sueño, no podía mirarle sin sentir el turbio velo de las lágrimas. Se decía que no había motivo. Pero su carita dulce y seria se había instalado en su mente. Aparecía y desaparecía a lo largo del día con la brevedad de un parpadeo. Y ella intentaba retenerla cerrando con fuerza los ojos. Deseaba acariciar la seda dorada de su cabello, besar la redonda firmeza de sus mejillas. Pero la imagen se desvanecía como un truco de ilusionista. Ella entonces esperaba. A veces tenía que esperar mucho. Otras, sin embargo, y sin saber cómo, lograba rescatar al niño de la bruma del sueño. Volvía a repasar todos los rasgos de su cara, dibujándolos con la yema del dedo. Adiós, le decía. He de irme. Aunque ella sabía que no podía detener el tiempo, alargaba los brazos para sujetarlo.
Desde que tuvo aquel sueño, intentaba besarlo a la menor oportunidad. Sin ningún recato. Él la miraba serio. Observaba sus torpes intentos de ternura. Y, aunque poco dado a efusiones, acababa abrazándola con fuerza en el vestíbulo. No vengas muy tarde. El móvil sonaba insistente en su bolsillo. Sí, mamá. No te preocupes. Y ella se quedaba un instante detrás de la puerta escuchando su risa adolescente alejarse por la acera.








Nota: 
*La imagen proviene de Internet.


11 comentarios:

  1. Un texto precioso, anna. Delicadísimo. Qué duro es a veces, para las madres, ver cómo crecen y se alejan. Un abrazo.

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    1. Qué bien lo has entendido, Isabel, como tal vez sólo una madre puede. Por eso hay que leer de tanto en tanto a K. Gibran para que nos recuerde que nuestros hijos ya no son nuestros, son hijos del mundo. Y seguir caminando.
      Un abrazo.

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  2. ¡ Qué maravilla de texto !. Exquisito, tierno, sensible y ... desgarrador. El dolor de una madre que ve volar a su hijo lejos de su protector amor maternal.

    felicidades,

    Un abrazo

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    1. Y cuán difícil se hace intentar expresarlo en viva voz...

      Un abrazo

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  3. No saben que el vuelo siempre es triste para quién los mira tras el cristal.
    Besos

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    1. El mismo cristal, tal vez, desde el que nos observaron tiempo atrás y al que apenas ya recordamos.
      Besos

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  4. ¡Precioso! Describes la sensación de un modo tan dulce...
    Encantada de conocerte, Ana, y, con tu permiso, por aquí me quedo.
    Un abrazo.

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    1. Isabel, ésta es tu casa.
      Las puertas estarán siempre abiertas para ti...
      Un abrazo

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  5. El hijo, ansioso por escapar de una dulce y floja lazada, anudada cotidianamente.
    La madre quizás, sólo quizás; siente una cadena, como los eslabones fuertemente sujetos al corazón. A su corazón, ansioso de amor y cariño.
    El chico, despreocupado y feliz, deja la casa; la madre, con el nudo en la garganta, esperará su vuelta, ansiosa, detrás de los visillos.
    Una duda le corroe, el recuerdo no sabe, no memoriza si duerme o vela; duda, si vive o ...

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    1. Hay que dejar volar, Julia. Pero existe un lazo que no acaba de desligarse nunca.

      Sería muy triste vivir sin esas ataduras...

      Un abrazo.

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  6. Allek, me pasaré a ver cómo ha salido de tu obcecación...
    Un abrazo

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